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Reinas, amantes, lolitas, prostitutas, actrices, trapecistas, bailarinas... hasta no hace mucho en la Historia del Arte las mujeres solo podían ser modelos. Profesionales como Kikí de Montparnasse en las fotografías de Man Ray o musas por azar como Victorine Meurant, la Olympia de Manet, que luego competiría con él. Íconos de las vanguardias como la alocada Henrietta Moraes, que inspiró a Bacon y Lucian Freud o la surrealista Claude Cahun, quien en 1930 proclamó: "Neutro es el único género que me viene bien".
 
De la sonrisa de la Gioconda al color de la piel de Cleopatra, la cabellera de la Venus de Botticelli o el vello púbico de la vagina que pintó Courbet a pedido de un erotómano turco ?y que Lacan escondería en un doble muro de su estudio?, el misterio de sus identidades y aspectos obsesionó a ladrones, moralistas y académicos. Sus rostros y sus cuerpos pautan hasta hoy un ideal de belleza.
 
Modelo durante décadas, Teresa Arijón da vuelta esa Historia del Arte en este libro excepcional e inclasificable. Erudito y caprichoso, es a la vez novela, ensayo, retrato y una crónica que va de la charla con una desenmascarada Guerrilla Girl en Nueva York, a las noches de bares porteños donde se encontraban las poetas, de la irrupción de Las Yeguas del Apocalipsis en Santiago a seguir por Río el rastro evanescente de Maria Bethânia.
 
Entre la inmovilidad de la pose y los inevitables cambios físicos, La mujer pintada es también un registro sensible y sensual del paso del tiempo que permite que la autora invierta los roles y sea la modelo la que retrata a su artista.
 
La crítica ha dicho...
 
«Había que esperar a la pluma inigualable de Teresa Arijón para que la Historia del Arte encarnara, por fin, en sus verdaderas musas. Las modelos. Con sensibilidad inusual y coraje, Arijón ilumina el cuadro completo y trae no ya a las que posaron, sino a la legión venusina de las que fueron, las que son.»
Julián López
 
«Diga lo que diga, pensar en ella no me traiciona: la naturaleza de su mundo resulta de una mezcla de inteligencia y necesidad: un trabajo sensible, una sensibilidad tan seria como sus exhaustivas investigaciones, incluso las más serenas como este libro. ¿Qué le dice la belleza que todavía es su secreto?»
Arturo Carrera
 
«En La mujer pintada el mundo se vuelve materia desnuda. A la mujer mirada, mientras posa, se le revelan con toda naturalidad el refucilo de la belleza, la piel y el filo de los colores, el sol y las sombras de la historia de la pintura, el relámpago del deseo, la risa de la erudición. ¡Ay, la gracia! La alquimia verbal con la que Teresa Arijón se sienta frente al caballete y hace memoria. Y aquí nos deja con algo que deseábamos, pero desconocíamos, un fulgor, un libro en el cuerpo, una nueva felicidad.»
Mercedes Araujo
 
«París era una fiesta a la sombra de las guillotinas ornadas con flores de lis. Heme aquí, el rico argentino, azul zafiro de la cabeza a los pies. En traje de noche, imantado, con los guantes en la mano y una gardenia en el ojal. Proust à la Blanche, impávido, melancólico. Me arreglo el moño con desgano (debe quedar algo desprolijo, fortuito, vano). Enciendo la pipa de la dicha y contemplo a La mujer pintada.»
Alfredo Prior

La mujer pintada, por Teresa Arijón

$30.799
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Reinas, amantes, lolitas, prostitutas, actrices, trapecistas, bailarinas... hasta no hace mucho en la Historia del Arte las mujeres solo podían ser modelos. Profesionales como Kikí de Montparnasse en las fotografías de Man Ray o musas por azar como Victorine Meurant, la Olympia de Manet, que luego competiría con él. Íconos de las vanguardias como la alocada Henrietta Moraes, que inspiró a Bacon y Lucian Freud o la surrealista Claude Cahun, quien en 1930 proclamó: "Neutro es el único género que me viene bien".
 
De la sonrisa de la Gioconda al color de la piel de Cleopatra, la cabellera de la Venus de Botticelli o el vello púbico de la vagina que pintó Courbet a pedido de un erotómano turco ?y que Lacan escondería en un doble muro de su estudio?, el misterio de sus identidades y aspectos obsesionó a ladrones, moralistas y académicos. Sus rostros y sus cuerpos pautan hasta hoy un ideal de belleza.
 
Modelo durante décadas, Teresa Arijón da vuelta esa Historia del Arte en este libro excepcional e inclasificable. Erudito y caprichoso, es a la vez novela, ensayo, retrato y una crónica que va de la charla con una desenmascarada Guerrilla Girl en Nueva York, a las noches de bares porteños donde se encontraban las poetas, de la irrupción de Las Yeguas del Apocalipsis en Santiago a seguir por Río el rastro evanescente de Maria Bethânia.
 
Entre la inmovilidad de la pose y los inevitables cambios físicos, La mujer pintada es también un registro sensible y sensual del paso del tiempo que permite que la autora invierta los roles y sea la modelo la que retrata a su artista.
 
La crítica ha dicho...
 
«Había que esperar a la pluma inigualable de Teresa Arijón para que la Historia del Arte encarnara, por fin, en sus verdaderas musas. Las modelos. Con sensibilidad inusual y coraje, Arijón ilumina el cuadro completo y trae no ya a las que posaron, sino a la legión venusina de las que fueron, las que son.»
Julián López
 
«Diga lo que diga, pensar en ella no me traiciona: la naturaleza de su mundo resulta de una mezcla de inteligencia y necesidad: un trabajo sensible, una sensibilidad tan seria como sus exhaustivas investigaciones, incluso las más serenas como este libro. ¿Qué le dice la belleza que todavía es su secreto?»
Arturo Carrera
 
«En La mujer pintada el mundo se vuelve materia desnuda. A la mujer mirada, mientras posa, se le revelan con toda naturalidad el refucilo de la belleza, la piel y el filo de los colores, el sol y las sombras de la historia de la pintura, el relámpago del deseo, la risa de la erudición. ¡Ay, la gracia! La alquimia verbal con la que Teresa Arijón se sienta frente al caballete y hace memoria. Y aquí nos deja con algo que deseábamos, pero desconocíamos, un fulgor, un libro en el cuerpo, una nueva felicidad.»
Mercedes Araujo
 
«París era una fiesta a la sombra de las guillotinas ornadas con flores de lis. Heme aquí, el rico argentino, azul zafiro de la cabeza a los pies. En traje de noche, imantado, con los guantes en la mano y una gardenia en el ojal. Proust à la Blanche, impávido, melancólico. Me arreglo el moño con desgano (debe quedar algo desprolijo, fortuito, vano). Enciendo la pipa de la dicha y contemplo a La mujer pintada.»
Alfredo Prior