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Violenta desde su origen, la literatura argentina no tiene sin embargo una gran tradición de asesinos seriales, si bien en las últimas décadas la fascinación por esa clase de personajes nos ha inundado de películas y series. En esta novela gótica urbana, Scott amplía esta genealogía oscura

y elegante, no tanto como homenaje, sino como examen y exploración de un género al borde de su extinción, para despedirlo o reinventarlo. 

 

Si tomamos a Jack el Destripador como el crimen fundante de esta literatura, el serial killer sería otro efecto indeseado de la sociedad moderna y la realización de sus fantasías misóginas por excelencia, en tiempos donde la mujer comenzó a luchar por la igualdad. Por eso en esta novela hay crueldad y desprecio, traición y cinismo, pero también una incesante –hasta nostálgica– búsqueda de sensualidad, belleza y justicia

 

Los estudios literarios suelen clasificar las novelas de serial killers según la personalidad del asesino –están los hedonistas, los que buscan control o poder, los que cumplen una misión, los visionarios–. Yo soy como el rey de un país lluvioso es todas esas y ninguna a la vez, porque apuesta a que la novela más que un entretenimiento evasivo pueda seguir siendo –rebelde al catecismo ideológico de la época– ese laboratorio de las pasiones e imaginarios sociales que no se deben decir.

Yo soy como el rey de un país lluvioso - Edgardo Scott

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Violenta desde su origen, la literatura argentina no tiene sin embargo una gran tradición de asesinos seriales, si bien en las últimas décadas la fascinación por esa clase de personajes nos ha inundado de películas y series. En esta novela gótica urbana, Scott amplía esta genealogía oscura

y elegante, no tanto como homenaje, sino como examen y exploración de un género al borde de su extinción, para despedirlo o reinventarlo. 

 

Si tomamos a Jack el Destripador como el crimen fundante de esta literatura, el serial killer sería otro efecto indeseado de la sociedad moderna y la realización de sus fantasías misóginas por excelencia, en tiempos donde la mujer comenzó a luchar por la igualdad. Por eso en esta novela hay crueldad y desprecio, traición y cinismo, pero también una incesante –hasta nostálgica– búsqueda de sensualidad, belleza y justicia

 

Los estudios literarios suelen clasificar las novelas de serial killers según la personalidad del asesino –están los hedonistas, los que buscan control o poder, los que cumplen una misión, los visionarios–. Yo soy como el rey de un país lluvioso es todas esas y ninguna a la vez, porque apuesta a que la novela más que un entretenimiento evasivo pueda seguir siendo –rebelde al catecismo ideológico de la época– ese laboratorio de las pasiones e imaginarios sociales que no se deben decir.