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Páginas: 216
Traducción Laura Wittner

 

Como la pipa del cuadro de Magritte que analizó Foucault, Esto no es una novela se proyecta en muchas direcciones y pone a la imaginación en situación de sospecha. ¿De qué se trata? Las pistas son múltiples: la muerte, el amor, la representación, el trabajo, la amistad, la vida “ejemplar” de artistas y científicos, lo singular y lo tautológico, lo indiferente y lo obvio, la lealtad fanática del humor, la hondura angustiosa de la enfermedad y la muerte, “el sufrimiento de ser y el aburrimiento de existir”, el arco delicioso de la risa imprevista y la inconstante dicha. El libro a nadie expulsa, y proporciona una sabiduría y un deleite ilimitados.
 
Esto no es una novela es y no es una novela. Y así la colección de datos, citas, hechos, anécdotas, escenas veladas, discretas tragedias, encuentra el cauce, el paso, el ritmo justo de lectura que le impone ese otro personaje admirable al que la novela parece, por fin, asignarle un papel central: el lector.
 

David Markson nació en Albany, Nueva York, el 20 de diciembre de 1927. Mientras estudiaba en Columbia, inició correspondencia con Malcolm Lowry. Se hicieron muy amigos, como lo prueba el epistolario de Lowry. La tesis de Markson sobre Bajo el volcán se publicó en 1978. Mientras trabajaba como periodista, se dedicó a investigar (y sobrevivir) la bohemia de la década del 50 en compañía de escritores como Conrad Aiken, Dylan Thomas, Jack Kerouac. Es este último el que influye sobre todo en las primeras novelas de Markson. Como escritor de policiales —Epitaph for a Tramp (1959) y Epitaph for a Dead Beat (1961)—, muchos críticos aseguran que no encuentran otro parangón que Chandler. La primera puede leerse también como un comentario trágico sobre el adulterio, lo contrario de una moraleja cínica sobre la libertad sexual; la última le permite ironizar sobre el tipo de existencia bohemia que compartió con los escritores que se sacrificarían en su propia leyenda, como Allen Ginsberg. Hay que considerar que estos libros Markson los escribía por encargo, por dinero, y que sin embargo la exigencia de calidad nunca cedió ante las facilidades y garantías del género. La obra posterior acusa ya la influencia del existencialismo y las lecturas filosóficas. Son parejamente admirables: Wittgenstein’s Mistress (1988), Springer’s Progress (l990) y la serie que inicia La soledad del lector (1996; La Bestia Equilátera, 2012) y se continúa en Esto no es una novela (2001), Vanishing Point (2004) y The Last Novel (2007). David Markson murió en Nueva York en 2010.

Esto no es una novela, de Davis Markson

$17.500
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Como la pipa del cuadro de Magritte que analizó Foucault, Esto no es una novela se proyecta en muchas direcciones y pone a la imaginación en situación de sospecha. ¿De qué se trata? Las pistas son múltiples: la muerte, el amor, la representación, el trabajo, la amistad, la vida “ejemplar” de artistas y científicos, lo singular y lo tautológico, lo indiferente y lo obvio, la lealtad fanática del humor, la hondura angustiosa de la enfermedad y la muerte, “el sufrimiento de ser y el aburrimiento de existir”, el arco delicioso de la risa imprevista y la inconstante dicha. El libro a nadie expulsa, y proporciona una sabiduría y un deleite ilimitados.
 
Esto no es una novela es y no es una novela. Y así la colección de datos, citas, hechos, anécdotas, escenas veladas, discretas tragedias, encuentra el cauce, el paso, el ritmo justo de lectura que le impone ese otro personaje admirable al que la novela parece, por fin, asignarle un papel central: el lector.
 

David Markson nació en Albany, Nueva York, el 20 de diciembre de 1927. Mientras estudiaba en Columbia, inició correspondencia con Malcolm Lowry. Se hicieron muy amigos, como lo prueba el epistolario de Lowry. La tesis de Markson sobre Bajo el volcán se publicó en 1978. Mientras trabajaba como periodista, se dedicó a investigar (y sobrevivir) la bohemia de la década del 50 en compañía de escritores como Conrad Aiken, Dylan Thomas, Jack Kerouac. Es este último el que influye sobre todo en las primeras novelas de Markson. Como escritor de policiales —Epitaph for a Tramp (1959) y Epitaph for a Dead Beat (1961)—, muchos críticos aseguran que no encuentran otro parangón que Chandler. La primera puede leerse también como un comentario trágico sobre el adulterio, lo contrario de una moraleja cínica sobre la libertad sexual; la última le permite ironizar sobre el tipo de existencia bohemia que compartió con los escritores que se sacrificarían en su propia leyenda, como Allen Ginsberg. Hay que considerar que estos libros Markson los escribía por encargo, por dinero, y que sin embargo la exigencia de calidad nunca cedió ante las facilidades y garantías del género. La obra posterior acusa ya la influencia del existencialismo y las lecturas filosóficas. Son parejamente admirables: Wittgenstein’s Mistress (1988), Springer’s Progress (l990) y la serie que inicia La soledad del lector (1996; La Bestia Equilátera, 2012) y se continúa en Esto no es una novela (2001), Vanishing Point (2004) y The Last Novel (2007). David Markson murió en Nueva York en 2010.